La luz de la memoria

Por Carmen Dolores Hernández

Podría pensarse que una infancia así no sería luminosa, pero el recuento de Serra Deliz, un poeta de expresión delicada, preserva la ingenuidad e inocencia de la niñez. Vemos su mundo a través de sus ojos de niño, capaces del asombro y la alegría. En un pasaje memorable, los niños del arrabal encuentran unos pececitos de colores en una zanja de aguas turbias. La inesperada belleza es motivo de alborozo.

La narración es de una sencillez evocativa, con énfasis sugerentes e imágenes poéticas: "la casita . estaba recién pintadita de un gris con bordes oscuros, como nuestra propia vida.". La belleza narrativa entusiasma, aún ante escenas terribles, como aquella en que su padre -que tenía vinculaciones nacionalistas- le pide al niño de diez años que lo mate para no sucumbir a la agresión de sus enemigos. El niño no cumple la petición escalofriante, pero esa misma noche el padre pierde la vida, como presentía, a manos de unos policías.

La narración recupera asimismo el ambiente del Puerto Rico pueblerino -y arrabalero- de los cuarenta y cincuenta, con sus ídolos de radio y vellonera, con los programas populares y las bohemias. Documenta la amistad que unió al grupo poético más longevo de nuestras letras: Guajana. Serra Deliz narra cómo muchos de los poetas...

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