La luz y la oscuridad

El miércoles en la mañana, cuando los vientos del huracán Irma estaban todavía a millas de distancia de Puerto Rico y no habíamos sentido un soplo ni de inspiración, a lo largo y ancho de la isla, con estruendo de chasquido de interruptores activados al unísono, comenzaron a apagarse luces aquí y allá. Lo más que temíamos de Irma, las largas noches al amparo de trémulas llamas de vela, llegó antes de lo imaginado.

En esto ha parado la Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), que atraviesa el peor momento de su larga y ocasionalmente gloriosa historia. La corporación pública de la que una vez dependió la industrialización y el desarrollo económico y social de Puerto Rico, es hoy un animal decrépito que oye un huracán rugir a lo lejos, mete el rabo entre las patas y nos deja abandonados a nuestra suerte.

Esto, claro, lo sabíamos hace tiempo. Sabíamos que llegó a esto porque por décadas la estuvieron administrando políticos rojos y azules que la convirtieron en cajero automático para sus partidos y en fuente de empleo seguro y bien pago para hijos, primos, sobrinos, vecinos, esposos, esposas, amantes y examantes, con el servicio y el mantenimiento como una última e incómoda prioridad.

Como consecuencia de esto, la AEE está en bancarrota y la infraestructura eléctrica del país está hecha leña. Tanto que, en septiembre de 2016, por una avería en una línea de transmisión, el país completo estuvo sin luz varios días. Todos los días se reportan apagones masivos en diferentes sectores del país. Ahora con Irma, antes de que soplara el primer viento, ya el sistema había colapsado.

Estamos como hace unos años con el agua potable, que había mucha gente que nunca la tenía. La diferencia es que la energía eléctrica no se puede acumular en cubos.

Mas ya esto no es noticia para nadie, ni vale la pena seguir dándole vueltas a lo que ya no tiene remedio.

Ahora lo que toca es ver qué se puede hacer para sacar a la AEE del triste estado en que está y ponerla de nuevo al servicio de las mayores aspiraciones del pueblo puertorriqueño.

Todo el mundo piensa en una palabra cuando se trata del futuro de la AEE: privatización. Lo dicen, entre muchos otros, los miembros de la Junta de Supervisión Fiscal, que tienen todos los poderes en Puerto Rico y han dejado establecido con total claridad que esa es la idea que tienen para el futuro de la corporación pública de nuestros tormentos.

Mas esto presenta algunas complicaciones.

El principal problema de la AEE no es la...

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