La madre

Yara Liceaga

Pero qué sucede: a Pablo lo matan, las cosas cambian, las madres, las mismas madres pobres, entran al mundo del trabajo -mal remunerado, por supuesto, con dobles jornadas sin pago de horas extra-.

Así que la nueva cepa de sicarios ha crecido, literalmente, en la calle y como la cosa ha cambiado ya no hay tanta gente a la que matar. Al menos, no para la cantidad abrumadora de sicarios que andan sueltos. Los 'trabajos' ahora se llegan a pagar hasta a tres o cuatro dólares por cabeza. Así ninguno saca los pies del plato y los adolescentes (no llegan muchos a pasar de los 19) no tienen ningún sentido de trascendencia ni de aprecio por la vida.

Ni los padres ni el Estado aparecen en el artículo, es decir, que brillan por su ausencia y el destello es...

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