LA MADRE DE LOS DÍAS

Por Ana Teresa Toro. ana.toro@elnuevodia.com

Había que desfilar, repartir besos, pedir la bendición, ver cómo abuela lloraba y se sonreía con cada regalo nuevo que llegaba y dejarle la cocina a los hombres, porque el Día de las Madres los señores cocinan guisos con cerveza y otras cacerolas.

Había que ir al cuarto y ver cómo en la cama se iba armando el pequeño altar al agradecimiento, hecho de lazos y papel de regalo, de coloridas bolsas y celofán. El resto del día se iba en comederas, en intenso pegamento de vellones y en purgar culpas por las ausencias o los abusos que llegaron después que aprendimos a decir mi mamá me mima, mi mamá me ama, yo amo a mi mamá.

Ahora que ya no está, la peregrinación es al cementerio. La cama está vacía y no hay dónde poner los regalos. Qué fácil nos perdemos cuando se pierde el origen.

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Para muchas familias la experiencia de celebrar el Día de las Madres será hoy algo parecida a ese relato personal. Después de todo, no pocos sociólogos han hablado hasta la saciedad acerca de cómo en Puerto Rico -con o sin querer- terminamos perteneciendo un poco más y la mayoría de las veces a la familia de la madre. El resultado de un matriarcado sutil o imaginario o, simplemente, de una tendencia al regreso. Quizás no es nada de eso y solo celebramos que salimos de algún lugar.

La semana que acaba de pasar, puro frenesí. Las tiendas abarrotadas buscando objetos que aspiran a representar la querencia. "Las gracias van contenidas en ese objeto, los recueros también. El regalo es la memoria de todos los regalos que se hicieron antes. Igual podría pensarse que marca ese día en que consumimos porque nos hicieron consumidores", observa el experto en estudios culturales y profesor de la Universidad del Sagrado Corazón, Félix Jiménez, quien, de otra parte, no sintoniza con la perspectiva de quienes piensan que el Día de las Madres debería ser todos los días y que no hace falta marcar una fecha.

"Hoy día hay que calendarizarlo todo, marcar con creces lo que se nos puede olvidar".

A juicio de la experta en estudios culturales y académica de múltiples disciplinas Liliana Ramos Collado, el regalo también puede leerse como un boleto de entrada a la casa de la madre a pesar de la distancia o de no estar bien. "Hay que ver lo que el regalo oculta", expresa la profesora, quien no considera que exista tal cosa como un matriarcado.

"Aquí los hombres mandan, dicen. Decir que hay un matriarcado es un chiste o algo puramente simbólico. Las...

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