¡Maldita negrofobia!

LUIS RAFAEL SÁNCHEZ

ESCRITOR

¿Fecha del primer hecho a relatarse? Año mil novecientos cincuenta. Un grito sobrevuela las gradas y aterriza en el terreno beisbolero: "Juega limpio, negro sucio". ¿Fecha del segundo hecho a relatarse? Año dos mil doce. Un "hacker", o pirata cibernético, irrumpe en la computadora de la antigua presidenta de la Cámara de Representantes, manipula una fotografía de Rafael Cox Alomar y desliza tras la misma una imagen del legendario mono "Yuyo". El doctor Cox Alomar, candidato a la oficina del comisionado en Washington por el Partido Popular Democrático, es un puertorriqueño negro.

Ambos hechos, cuya negrofobia aterroriza, dado que se manifiesta al margen de la decencia, contienen significados tan explícitos como miserables: negro y suciedad son una misma cosa, negro y primitivismo son una misma cosa, negro e inferioridad son una misma cosa.

Las fechas de ocurrencia de tales hechos, expresión y obra de intelectos retorcidos, merecen subrayarse: mitad del siglo veinte y principios del siglo veintiuno. El hecho que protagoniza el malandrín del estadio beisbolero ocurre cuando apenas se gestan los sueños libertarios de un Martin Luther King y un Nelson Mandela. Todavía la palabra negrofobia no circula.

Por otro lado, el hecho que protagoniza el pirata cibernético ocurre durante los años cuando la raza negra ha conseguido doblegar a los supremacistas blancos, haciéndolos morder el polvo, recular, rectificar y renegociar sus agendas esclavistas. Pues, siglos y siglos de explotación, menoscabo y desdicha, jamás consiguieron robarle a la raza negra su certeza de que la historia acabaría cerrando filas con sus razones. La palabra negrofobia ya circula.

Subráyese, asimismo, que los hechos citados ocurren en Puerto Rico, isla enriquecida en su esencia, presencia y conciencia, por una numerosa población afrodescendiente. Aquí escasean el ario y el teutón y el blanco básico. Aquí abundan el cuarterón, el jabao, el mulato y el negro básico. Lástima que no lo supieran el malandrín del estadio beisbolero y el pirata cibernético. O, a lo mejor, lo sabían y saberlo los violentaba.

Desde luego, la numerosa población boricua afrodescendiente, como cualesquiera otra en cualquier parte, no tiene un patrón fijo de comportamiento social. De ahí que sean notables los sectores de dicha población que optan por redefinirse como "indios" o "trigueños". Y hasta como "puertorriqueños", equiparando así nacionalidad y etnia en el afán secreto de...

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