Puños en Manhattan

Por Ana Teresa Toro .ana.toro@elnuevodia.com

Para definir el sonido de los puños no hay onomatopeya perfecta. Se escuchan como una almohada de plástico que quiere romper huesos, como algo blando que rompe, en fin, algo así como el sonido de la vida cuando nos golpea.

Entonces hay dos hombres en el medio de un cuadrilátero, que en televisión se ve muy grande y en el justo centro del Madison Square Garden parece pequeño, como un núcleo o epicentro de algo vivo que aún no se define. Llegar siempre es un asunto de dimensión.

Las gradas llenas, la publicidad por todas partes, la expectativa. Entramos allí acabada la tarde, con capas y capas de ropa que fueron quedando olvidadas en una silla a medida que la masa humana iba calentando el aire cada vez más tenso, cada vez más denso. Los pantalones apretados, las cadenas, las trenzas, las banderas... Los pantalones anchos hiphoperos, las camisetas del Macho, los diamantes en la oreja, las pleneras... Todo allí.

Un par de horas antes, al cruzar la calle en el Hotel Affinia -donde se hospedan la mayoría de los boxeadores- frente a los ascensores del vestíbulo se formó una trifulca, un boconeo macharrán entre los equipos de Danny García y Zab Judah dos boxeadores que se medirán en una pelea en febrero próximo. La narrativa del boxeo se trabaja desde temprano. La expectativa también es un ejercicio de resistencia.

En ese vestíbulo sobran los músculos ocultos bajo sudaderas, las miradas intensas de cejas fruncidas, la sensación de algo nebuloso en el ambiente aunque no esté pasando nada. En este mundo pesa más la idea de algo que el algo mismo, al menos, hasta que se trepan en el ring. Ahí la elegancia es del tipo en que lo delicado puede ser conectar un puño veloz, o un abrazo que llega después de una zurra.

"Esta será una batalla entre zurdos, pero Cotto confunde porque es zurdo pero se para derecho", escucho decir a uno de los periodistas deportivos que llegaron a cubrir el evento, los mismos que, a veces, pareciera que escriben un poema y no una crónica boxística. Porque en el lenguaje no faltan los ganchos bellos y delicados, las derechas nostálgicas, las lastimaduras al pecho, los nocauts de muerte.

Quedaban dos peleas antes de la entrada de Miguel Cotto y Austin Trout, los peleadores que se disputarían la faja de las 154 libras de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB). Más tarde, luego de esos dos encuentros, los fotoperiodistas contarían cómo sus cámaras se llenaron de sangre, sudor y...

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