Manos a la obra al amanecer

Mildred RIvera Marrero mildred.rivera@gfrmedia.com

fotos: juan luis martínez juan.martinez@gfrmedia.com

Son las tres de la madrugada y la única luz que serpentea en la oscuridad de la finca es la de la linterna que sostiene Fernando Rivera mientras "cochea" las vacas para llevarlas al lugar del ordeño. Llegan, en fila, perseguidas por Fernando y el caballo que lo acompaña, y dirigidas por la rutina de ir dos veces al día al mismo lugar, por el mismo camino.

Entran a una amplia terraza techada y pasan por debajo de uno tubos que expiden el agua que les da un "baño" mañanero. A esta hora, el lugar está sorprendentemente limpio y aún no se siente el olor de sus desechos. Lo animales llenan el recinto, poco a poco, juntando lomo con lomo. Se empujan unas contra otras hasta que, finalmente, suben las rampas que las llevan al área donde les vaciarán las ubres.

En el lugar no se escucha ni un mugido. El silencio del lugar es interrumpido, más allá, por el compresor de dos tanques con capacidad para 8,000 litros cada uno y, en el cuarto de ordeño, por las máquinas que imitan el sonido que se genera cuando la boca se inunda de saliva y uno la succiona rápida y sonoramente. Pero, aquí se amplifica porque hay once estaciones a cada lado del edificio y en todas hay chupones de metal para cada una de las cuatro tetas del animal. En total, 22 vacas y 88 chupones que succionan leche.

Las potentes luces hacen que en el pequeño recinto parezca de día. Las vacas entran por las rampas a ambos lados y en el medio de ellas, en un nivel más bajo, las esperan José M. Dávila y Miguel Pérez, enfundados en delantales azules y guantes. Como cada estación tiene un cubo con alimento, las primeras que entran se quedan en los primeros puestos. José y Miguel les dan nalgadas, suenan chasquidos con su lengua y apretados besos en serie para obligarlas a moverse hasta el lugar que les corresponde. Una vez ubicadas las 22 reses, y con las ubres a nivel de sus caras, van una por una, metiendo cada teta en un vaso con un líquido desinfectante, que luego quitan con papel, antes de colocarles el chupón que les extrae la leche. De ahí a una tubería de metal y al tanque.

Con 380 vacas que ordeñar, José y Miguel no tienen tiempo que perder. No hablan. Van de vaca en vaca, haciendo el mismo procedimiento, automático, como si fueran una extensión de la maquinaria. Esperan a que los chupones se caigan y les vuelven a untar un líquido, esta vez para sellar el pezón y evitar...

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