El mar destruyó todo en Cabo Rojo

CABO ROJO.- La punta suroeste del país fue -en teoría- una de las menos afectadas por el paso del huracán María. Sin embargo, a un mes del impacto, todavía están visibles las decenas de casas sin techo, la deforestación de importantes zonas de mangles, la drástica reducción de lo que un día fueron enormes salinas y, sobre todo, la necesidad de las personas que perdieron todo.

“Esto no tiene remedio. (Con) esto no se puede hacer nada… tendremos que hacer un cuartito al lado de allá. Esos son los únicos planes que tengo”, dijo Néstor Montalvo Vélez al referirse a la devastación en su hogar, ubicado en una loma de las parcelas Elizabeth en el barrio Puerto Real.

“Fue impresionante. Vimos todo a través de la ventana… Cuando se fue el balcón, que primero se fue la cortina de aluminio, después todo el balcón, me atacaron los nervios y me puse a llorar”, contó su esposa Gloria González.

La casa era de madera y quedó reducida a escombros. Hasta el contador de luz está pendiendo de un solo cable delgadito. El resto se rompió con los vientos que se sintieron el 20 de septiembre.

Con mirada nostálgica, Montalvo Vélez miraba los gabinetes en el piso, la ropa que no pudo resguardar, los muebles revueltos. Luego miró a su esposa y recordó que, junto al padre de ella, construyeron la casa. Cuando pasó el huracán Georges en el 1998, la estructura resistió. Esta vez, los cuatro tensores que la casa tenía anclados no aguantaron. Afortunadamente, hacía unos cuantos años habían podido construir al lado un cuartito y una pequeña sala en cemento. Prácticamente no caben allí, pero se ha convertido en su refugio permanente desde aquel día.

En el área de Joyuda, Josué Marty Rodríguez salió a tiempo de su casita de madera frente al mar y se refugió en la escuela Luis Muñiz Souffront, al otro lado de la calle. Allí pasó el huracán gracias a que el exdirector del plantel donde trabajó gratis cuando el conserje se ausentaba le dio la confianza y las llaves de un salón por si hacía falta algo. Desde la escuela, vio cómo las olas arropaban su hogar y dejó el cemento del área alrededor de la casa en pedazos y los cimientos socavados.

“Yo pasé muchos huracanes, marejadas que llegaron hasta el frente, pero nunca, nunca, yo había visto una cosa tan terrible… Dos días antes, el director me dio las llaves de este salón y, gracias a él, es que estoy vivo. Si no, yo me hubiera quedado en mi casa”, relató.

Aunque desde entonces se aloja en un inmenso salón con ventanas a ambos...

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