Otra masacre de San Valentín

Por Romeo Mareo

Para otros, en especial cuando están atravesando por una grave sequía amorosa, es una época odiosa: la sobredosis de corazones que atiborran las entradas y los pasillos de las tiendas sólo parece servir, según ellos, para agriarle aún más la existencia, al restregarles en la cara el agreste paño de su soledad.

(Perdónenme el exceso de imágenes poéticas de tercera categoría: es que no me he tomado la pastilla todavía).

Y quedan otros que, con bastante razón, desearían que el mes de febrero saltara del 13 al 15, igual que algunos ascensores hacen caso omiso del piso 13.

Dentro de este grupo debe figurar, con prominencia, un lector llamado Paco Pepe (nombre ficticio),

Sin más preámbulo, les remito íntegro el mensaje de texto que hubo de enviarme hace unos días.

"Estimado Romeo,

¿Podría decirme si existe algún país no muy lejano, en el que no se celebre el llama do Día de San Valentín el 14 de febrero? Porque, ahora que se acerca esta nefasta fecha, me están dando unas ganas terribles de mudarme. a dónde sea.

Pero déjeme explicarle por qué.

Primero que nada, nací un 14 de febrero. Pero eso no es nada: mis padres se casaron en esa misma fecha, pero un año antes. Y, para seguirles la corriente, ese fue también el día en que nos casamos Ana y yo, hace cinco años.

Durante cuatro años, nuestro matrimonio se desarrolló como cualquier otro matrimonio joven en el que ambos cónyuges trabajan y no tienen hijos: apenas nos veíamos durante el día y, por las noches, ambos llegábamos a la casa tan extenuados que yo necesitaba hacer un esfuerzo supremo para evitar dormirme mientras pacientemente esperaba a que Ana mapeara, pusiera la lavadora y cocinara la cena.

Luego veíamos alguna peliculita en la tele o en DVD y, a eso de las 11, yo cumplía con mi parte en las faenas...

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