Materia

Sergio C. Gutiérrez Negrón

En la escuela, a veces y en contra de tu voluntad, te atreviste a hacerlo. Llegaste a ofender, confesar, recriminar. Recuerdas aun el miedo, el pecho apretado, las manos sudadas y la terrible vulnerabilidad de tirarte al medio. Nunca quisiste pelear, porque siempre supiste que perderías. Sin embargo, en ocasiones, te desplegaste sabiendo que hablar implicaba la posibilidad de la reacción física, la densa materia del bofetón.

Entonces, ante la ascensión de las redes sociales y los mensajes de texto y la distancia y los teléfonos, te dijiste que ya estaba todo solucionado. De cierto modo fue cierto, y las manos te dejaron de sudar y peleaste mejor, recriminaste mejor y confesaste mejor. Años después, más cerca de antier, frente a la computadora y la eterna archivística de Facebook, comenzaste a pensar que quizás estabas mal y que nunca te avisaron que la palabra que se llevaba el viento era palabra circunstancial.

Aun no lo jurarías, porque nunca has estado en la banca de la oralidad, ni mucho menos de las sentencias, y porque...

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