McOndo

Manolo Núñez Negrón

Puedo comprender que, dadas las condiciones sociales que vive la isla, exista cierta predisposición general a tratar de explicar la compleja realidad nacional echando mano de conceptos y paradigmas ficticios. Sin embargo, por razones más que evidentes, esa analogía se ha vuelto un lugar común, una referencia trivial, una falsificación pueril de las terribles circunstancias políticas, económicas y culturales que vive el país.

Es verdad, lo admito, que aquí, justo al doblar la esquina, pueden suceder cosas inauditas. Aun así, hasta donde sé, entre nosotros nunca se ha documentado una lluvia de flores amarillas en la 65 de Infantería, ni se ha visto al arzobispo levitando en el altar de la patria, ni los changos entran a morir en los salones de La Fortaleza, ni Evelyn Vázquez ha ascendido al cielo envuelta en los toldos de FEMA (todavía).

De igual forma, allá en la aldea recreada por García Márquez, los niños no mueren baleados en las aceras, ni los corruptos campean por su respeto en el Gobierno, ni las familias viven entre rejas...

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