Medicina emocional

ÁNGEL CINTRÓN OPIO

PEDAGOGO

Se me ha ocurrido pensar que el hombre y la mujer de hoy sienten pavor ante el poder de los abrazos. Tenemos un miedo espantoso a dejar ver nuestras emociones. Es como si al hacerlo nos exponemos a que nos tilden de débiles, frágiles o blandengues. Y lo triste de este asunto es que ante las novelas "románticas" televisivas y ante las películas de Hollywood, muchas personas se pliegan, les ahogan los "jipíos" y se emocionan hasta la moquera, pero en la práctica, es decir, en la vida real, en la casa, el vecindario, en el trabajo y en Puerto Rico, nos ponemos los escudos emocionales.

Insultar y poner como trapo a un contendiente político es sumamente fácil; ahora bien, a la hora de reconocer que ese contendiente tiene unas ideas buenas, que deben ser tomadas en consideración, la esperada rivalidad automática de grupo nos impide abrirnos al otro. Esta actitud puede llegar a niveles ridículos. Me refiero al caso de los lameojos, soplapotes y lacayos mentales que siempre andan buscando la oportunidad de hacerle cucamonas al jefe para mantenerle contento y hacerle la vida feliz.

Y como decía un profesor mío: "¿Dónde está la madurez emocional y la fidelidad hacia lo bello, lo justo, lo cierto y lo moral?". Y lo de bello no tiene nada que ver con caras lindas ni cuerpos perfectos, valga la...

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