Médicos filipinos

LUIS RAFAEL SÁNCHEZ

ESCRITOR

¿Los médicos filipinos?

Así se hacían llamar unos estafadores consumados, que recalaron en Puerto Rico por los años sesenta del siglo pasado. Se decían especialistas en "cirugía síquica". Por ello "operaban" los cuerpos sin instrumento alguno, de manera que el riesgo de hemorragia se descartaba de antemano. Como también se descartaban, de antemano, las reacciones a la anestesia, procedimiento que la "cirugía síquica" volvía innecesario.

Mimos, además de estafadores, pues no emitían una sola palabra mientras "libraban" los cuerpos de achaques, los médicos filipinos llevaban la fantasía malvada hasta sus últimas consecuencias. De ahí que, para realizar las "cirugías síquicas", se vistieran con batas blancas y se cubrieran boca, nariz y cabellera con mascarilla y gorra.

Embobados por la fantasía, o por la estafa, demasiados boricuas malgastaron los ahorros y se endeudaron hasta el forro, en tanto convencidos de que los médicos filipinos habrían de curarlos de achaques. En especial de inflamaciones: amigdalitis, bursitis, faringitis, gastritis, tendinitis y otras miserias emparentadas por el sufijo gramatical "itis". Un sufijo de origen griego, lo que explicaría el carácter democrático de las inflamaciones. Sobraría decir que los fatulos médicos filipinos no "operaban" a menos que la operación se costeara, a priori. Tampoco aceptaban pagos mediante tarjetas de crédito, planes de salud, cheque personal o de gerente. Menos aún pagos al modo campesino, pagos en becerritos o puerquitos. Los fatulos médicos filipinos sólo confiaban en el papel moneda por excelencia de entonces, el dólar.

Sí, visto con la perspectiva amplia que, según rumor, otorga el paso del tiempo, el pilloducto semeja un homenaje a la incursión de los médicos filipinos en suelo boricua. Más triste aún, confirma el entusiasmo descontrolado por las mentiras que caracteriza a la clase, hoy encargada de la dirigencia gubernamental. Unas mentiras que se remiendan con los hilos de las legalidades sastreriles. Justicia, cuántas injusticias ocurren a la sombra encanallada de tu nombre.

Menos mal que se consiguió detener el avance del pilloducto. por ahora, a diferencia del voto y el escrutinio electrónicos. El estreno de dicho aparato contabilizador, previsto a ocurrir durante las próximas elecciones generales, ha desatado un vendaval de sospechas: la admitida precariedad económica de la compañía seleccionada, su poca experiencia en el asunto, la interrogante...

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