Megalomanía

Manolo Núñez Negrón

En sus primeras intervenciones públicas ya se percibía el talante imperioso y la voluntad de hierro, esa tozudez propia del líder que apenas admite disidencias: "Sí se puede".

Nunca fue, lo que se dice, un gran orador o un estadista enjundioso, aunque siempre dio muestras de ser un hombre inteligente, un competidor natural y un político aplicado, hábil. Fortuño, dicho de esta manera y sin matices, parece un infante a su lado.

Hay quienes, al día de hoy, asocian su legado a la Reforma de Salud o al Tren Urbano. Otros, quizás menos generosos, lo identifican como el verdugo de las 936 y el responsable de la venta de la Telefónica.

De aquí a cincuenta años, en cambio, las pasiones se habrán extinguido, no quedarán tirios ni troyanos, y su nombre vivirá en la memoria de las gentes, intacto, gracias a este Centro de Convenciones que ahora se levanta, algo arrogante y colosal, en los predios de Miramar, para la...

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