'Lo mejor de eso fue que el Señor restauró'

Por Aurora Rivera Arguinzoni

arivera@elnuevodia.com

Transcurridos más de tres años del tiroteo que dejó nueve víctimas fatales (incluido un bebé por nacer de ocho meses de gestación) y 20 heridos, orificios de bala en las puertas de cristal del modesto edificio, de un solo piso, hacen pensar que el lugar se congeló en el tiempo.

Sin embargo, según los vecinos, el hecho de que el antiguo negocio La Tómbola sea hoy una iglesia es señal de esperanza.

No tiene ningún rótulo, marca o símbolo que la identifique como tal. Ayer, durante una visita de El Nuevo Día al lugar, no había nadie en ella, pero a través del cristal de sus dos puertas -las mismas que los matones bloquearon la noche del tiroteo- podían verse filas de sillas acojinadas y un equipo de sonido.

"Lo mejor de eso (de la masacre) fue que el Señor restauró", gritó desde una esquina contigua una mujer que se identificó como Carmen López.

Dijo que temprano la noche del tiroteo, Dios le reveló lo que pasaría, y que después también le mostró que allí habría una iglesia.

"(Aquella noche) Me retiré a orar en la parte de atrás de mi casa. El Señor me mostró lo que iba a pasar, que habría sangre, muerte y heridos", narró López, quien vive allí hace 50 años, dijo.

"Le damos la gloria y gracias a Dios porque ha hecho muchos milagros ahí, (hasta personas) han dado testimonio de que a través de lo que ha pasado han entregado sus vidas al Señor", exclamó luego sobre lo que ocurre en el lugar actualmente.

A pesar de lo que representa el que haya un centro de predicación y fe en el mismo espacio en que ocurrió la terrible masacre, vecinos de la calle Progreso aún viven encerrados tras las rejas y recelosos de cualquier cara nueva que se asome por allí.

Ayer, cuando un equipo de periodistas de El Nuevo Día intentó conversar con algunos sobre el ambiente que se percibe en la zona -precisamente en momentos en que comienza el juicio federal contra el supuesto cabecilla de la masacre, Alexis Candelario Santana- casi todos respondieron a las preguntas desde el interior de sus casas. Objetaron identificarse y ninguno permitió que se le fotografiara. Dijeron vivir tranquilos, pero no quisieron opinar.

"No quiero meterme en esos líos", respondió un hombre de entre 50 y 60 años, que manejaba una bicicleta por la calle. Ofreció algunas direcciones de cómo llegar al lugar exacto donde ocurrió la masacre, y de prisa siguió la marcha.

En general, al ser entrevistados por separado, los vecinos coincidieron en que...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR