In memóriam, Alexis Papadakis

MARILÚ DE LAOSA

PERIODISTA

Acaso todo te fue dado; pero hubo algo, tal vez lo más entrañable, que se te escapó por el camino.

Quizás viviste a la sombra de mucha grandeza, o viviste deslumbrado por ella.

Tu abuelo, Luis Muñoz Marín, es y será por siempre uno de los hombres más ilustres de Puerto Rico, un sagaz e insigne político, con la fina sensibilidad de un poeta.

Doña Inés, tu abuela, una mujer de temple y aguda inteligencia.

Continúa el linaje familiar Victoria, tu madre, quien heredó la elocuencia paterna. Allá, en Grecia, se casó con Minas Papadakis, un exitoso empresario.

Así naciste tú, en cuna ilustre, bebiendo de la savia de una puertorriqueñidad acérrima y apasionada.

Tú, que además, por contraste, te rebelaste contra muchas convenciones, pero siempre en pos de unas quimeras: la inteligencia más fina y una perturbadora belleza.

Con todo, en esa búsqueda insaciable, fuiste un solitario, un aprendiz de la calle, un enamorado de la noche.

Estabas sentado en el sofá del apartamento de Kings Court Playa, el 701, cuando tu corazón dejó de latir. Estabas sentado, inmensamente solo, y al pie de tu balcón el mar continuaba descuidado su vaivén, y afuera la ciudad devoraba cada segundo de vida, en un frenesí perenne, mientras tu rostro hermoso se desdibujaba y tu sugerente lunar se evanecía en la piel ya marchita.

Tanto quisiste querer, amigo, tanto, que deseabas devorar la vida a puro mordisco.

Voraz y chispeante...

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