@Midnight

Félix Jiménez

No va a la boca esa medianoche que resuena con su movimiento descrito como angular, con una mezcla de saltos, vuelos y fondo cromático. Así es: la verdadera medianoche se escucha. No es de harina: es harina de otro costal. Su única carne es la fantasía. La otra, la de factura gastronómica y titulares de periódicos, sirve como un intento de inspirar que algunos aspiran como un oxígeno, aunque sea falso. Su receta es la condensación de sensaciones que excede su verdadera importancia. Es un espejismo que engorda y desestabiliza.

La precariedad del evento, su fragilidad, su inconsecuencia ya estaban cifradas. Ya antes del encuentro frente a la medianoche, en otro lugar, el obsequio de una bola de baloncesto es rechazado y devuelto como un acto de poder, quizás porque, como escribió Marcel Mauss, un regalo crea estructuras de obligación y reciprocidad.

Se ha dicho antes: cuando los símbolos retóricos de la autoridad política se convierten en obsoletos, sólo quedan pedestales vacíos. Así que dos sillas y una mesa -entronados ahora en la imaginación de lo que...

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