'Mientras haya pesca yo sigo'

Por Daniel Rivera Vargas

drivera2@elnuevodia.com

Son las 5:40 de la madrugada y Laboy, de 66 años de edad, debate con su hijo, del mismo nombre y de 36 años de edad, si lleva una o dos cajas y finalmente deciden meter las cajas de una de las cajas en la otra, y así solo llevar una caja. Asimismo, su sobrino Félix Laboy, de 47 años y presidente de la Asociación de Pescadores de Arroyo, los ayuda a meter en el bote una caja llena de piedras, junto a la red de más de 500 pies que llaman chinchorro.

Laboy se propone navegar hasta una milla mar adentro en otra de sus jornadas de pesca, un oficio que cobra mayor relevancia durante la Semana Santa, cuando por tradición o rito religioso, el pescado se convierte en protagonista de la mesa puertorriqueña.

En son de broma, el delgado hombre de mar muestra el extintor que deben llevar en su yola, una de las muchas exigencias del Gobierno a esta profesión en declive.

"Si se prende en fuego el motor, ¿tú crees que vas a usarlo? Te lanzas al agua", expresa riendo el sexagenario. "A menos que tú quieras mucho la lancha, que entonces te quemas con ella".

Padre de cinco hijos, el pescador de 66 años se ha dedicado toda la vida a la pesca, ganando un sueldo que oscila entre $200 y $400 a la semana.

Del barrio Cangrejo de Arroyo, el hombre hace nasas y otro equipo de pesca artesanalmente. Es un conocedor del mar que ha llevado barcos a lugares distantes como Venezuela. Y lo hace sin el uso de la actual tecnología de posicionamiento global por satélite (GPS), sino usando cartas náuticas y brújulas.

Dos botes están anclados en el muelle ubicado en el antiguo almacén de azúcar, rehabilitado por la Asociación de Pescadores. La entidad de 21 miembros opera un restaurante allí.

Laboy usa los botes para traer, pesar, vender y registrar su carga, a tono con los requisitos gubernamentales.

En el muelle no escapa a la vista la nevera de 12 pies en la que los pescadores guardan parte de los pecados y los mariscos: colirubios, loros, médicos y langostas, entre otros. Puede apreciarse el abanico de colores que nos regalan los habitantes del mar, entre los que impresionan las mandíbulas de tiburón.

Los nubarrones del horizonte del este dan mala vibra. "Yo revisé el tiempo esta mañana y no salía nada de eso", expresa preocupado el más joven de los Laboy.

Los tres son parte de los cerca de 1,000 pescadores registrados en Puerto Rico por el Gobierno. "Mucha gente dice que no se puede vivir de esto, pero yo he vivido de esto...

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