El quinqué de La Minita

Por Laura N. Pérez Sánchez

laura.perez@elnuevodia.com

Si entra la tarde y Ángel no ha pedido su primera cerveza en la barra de La Minita, su teléfono celular empieza a sonar. Son las muchachas que trabajan allí, que lo procuran -"para saber si me ha pasado algo, si me he muerto"-; él confiesa que se siente querido.

Con 79 años, Ángel Díaz Rodríguez, pero a quien sus padres inscribieron por error como Ángel Rodríguez Díaz, tiene una sola meta en la vida: "estar tranquilo, estar feliz", y pasa las tardes de todos sus días "dándole besitos a la novia", la cerveza.

"El futuro ya lo abandoné, que sea el que venga. Yo no tengo planes de futuro, solo (me importa) el presente", asegura Ángel con ese acento de su Cayey natal que no hubo exilio capaz de arrebatárselo.

Y eso que fueron 29 los años que pasó batallando con el difícil por las avenidas de Nueva York. A esa ciudad llegó con 21 años y un pasaje que consiguió "fiao" para "salir del campo", como tantos otros de su generación.

Ángel es un tipo consistente. En las casi tres décadas que estuvo en Nueva York, tuvo dos trabajos: primero en un almacén y luego en una fábrica de ropa interior. A su regreso a la isla, consiguió otro como camarero en un hotel de la capital, y de ahí se retiró 19 años después.

Con la misma lealtad, regresa diariamente a uno de los cuatro taburetes que custodian la barra de La Minita, donde el encargado lo saluda con un "¡Lindo!" que enmudece por un segundo el vocerío...

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