Una mirada al cielo

Por Norma Borges

"Es un crucero para foodies", se nos advirtió. "Pues está hecho para mí", pensé, y así fue. La buena mesa es el sello de este crucero, un atractivo poderoso de este navío, diría. Sin embargo, durante los siete días de nuestra travesía, tampoco faltaron los mimos al cuerpo y al espíritu, canalizados a través de varios detallitos.

De entrada un spa de premio donde me embadurnaron hasta la coronilla con minerales y esencias divinas. Luego, cuando me llamó Morfeo, allí me esperaban los linos sobre las llamadas "tranquility beds", esas que están de moda y que emulan las hamacas de los ángeles allá arriba en las nubes.

Por los pasillos cuelgan pinturas de arte moderno. No hay un espacio que se desperdicie en este navío que es una galería flotante. Las excursiones terrestres, "not for dummies". Las charlas de arte, clases de cocina, captan el interés del más aburrido... Y ese rincón, Baristas, algo así como un altar para el café que nos enganchó mañana, tarde y noche.

El viaje que originó en San Juan, hizo parada en Miami, siguió a Londres y terminó en Atenas, capital donde abordamos al Marina. Nos pareció largo el trayecto, pero suponemos que si se planifica con tiempo, y se disponen días pre y post crucero -que es lo recomendable- la experiencia seguro fluye mejor. Nuestro viaje - no vaya usted a pensar-...

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