La muerte de 'Quique'

JUAN ANTONIO RAMOS

ESCRITOR

Narraré lo que me ha sucedido. A Luis Enrique "Quique" Bermúdez lo encontraron muerto en el asiento trasero de un Nissan último modelo. Fue una de las mil y pico de víctimas de crímenes violentos que se registraron en el 2011. Repetiré lo que se informó en los medios noticiosos hace algún tiempo, con el propósito de refrescarles la memoria. El auto donde encontraron muerto a Bermúdez fue abandonado en un camino vecinal del barrio Minillas de Bayamón. A "Quique" le pegaron dos tiros de contacto en la cabeza. No le robaron nada. Allí seguía su gruesa cadena de oro guindada al cuello, su relojazo de marca en la muñeca y una sortija coronada con un peñón de azabache encajada en el anular. Llevaba doscientos cuarenta y tres dólares en su billetera, y sus tarjetas de crédito parecían estar en orden. ¿Por qué lo mataron? "Quique" era un negro alto y musculoso de unos treinta y cinco años que conocí en el "Body y Soul Fitness". Era un tipo callado y amable. Un caballero. Vivía solo en una finca de cinco cuerdas que él mismo cultivaba. "Dentro de diez o quince años la gente se tirará a la calle como loca a buscar lo que aparezca para alimentar a sus hijos. Yo estoy preparado para esa debacle".

Nunca supe a qué se dedicaba. Nadie me ha dicho y a nadie he preguntado. En el gimnasio la gente no habla. Se ejercita frente al espejo. Suda. Intercambia contigo un saludo o un monosílabo, y sigue su camino. "Quique" también pertenecía a esa raza extraña. Sin embargo, un día se me acercó cuando yo me quejaba de mi hombro adolorido. Me ayudó a componérmelo con ejercicios sencillos. Me enseñó a utilizar las máquinas que pudieron haberme provocado el disloque del hombro. A partir de entonces hablábamos nuestro poquito cuando coincidíamos en el gimnasio.

Me negaba a aceptar que mi amigo estuviera metido en manejos turbios, pero lo cierto es que dos tiros en la cabeza, significa ejecución al estilo de la mafia. Si a eso le sumábamos el hecho de que no le robaron ni prendas, ni dinero, ni tarjetas, debíamos suponer que algo nebuloso había detrás de aquella muerte. Me costaba creer que el individuo discreto que entrenaba en el gimnasio sin molestar a nadie, fuera el mismo que encontraron muerto en el Nissan, ataviado con el "blin blin" propio de un bichote de alto rango.

Fui a la escena del crimen. ¿Por qué lo hice? Tal vez por curiosidad, frustración, rabia. no lo sé. Lo que sí les puedo asegurar es que me arrepiento de haber incurrido...

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