MUSEO EFíMERO

por Luis r. trelles.Especial El Nuevo Día

FOTOS POR Ramón 'Tonito' Zayas

El género que se popularizó en la ciudad de Nueva York a finales de la década del 70, cuando vagones enteros del subway se llenaban de los trazos en aereosol de tribus urbanas en busca de un canvas gigante para darse a conocer, sigue dando de qué hablar -y mirar- hoy en día. Por un lado no pierde su aspecto marginal, pintar en una pared sin permiso es un acto ilegal que muchos asocian a la decadencia urbana.

Para los grafiteros, en cambio, el género ha llegado a niveles de aceptación por parte de ciertos círculos que hubieran resultado impensables en sus comienzos. Actualmente, muchos artistas urbanos van de la calle al circuito establecido de galerías y ferias internacionales sin mayor reparo. Hacer o no hacer el cross-over, esa transición de lo clandestino al mercado del arte, se ha convertido en una de las consideraciones de los mayores exponentes del grafiti.

En Puerto Rico el género se ha desarrollado exponencialmente, con varios grupos e individuos que campean por su respeto firma por firma, pared a pared. Un recorrido por los lugares más transitados de la urbe revela un museo tan informal como efímero. "El grafiti se hace sabiendo que se va a borrar", menciona María Teresa Martínez Díez, profesora de comunicación y cultura contemporánea en la Universidad del Sagrado Corazón. "Es algo efímero, que no va a durar mucho", añade quien ha estudiado de cerca a esta subcultura y el valor estético de su producción artística para el libro "Y ahora en esprey", que está por publicar.

Es precisamente a través de su mirada que seguimos una ruta del grafiti por Río Piedras, Hato Rey y Santurce. Los grafiteros modifican sus piezas constantemente, añadiendo capas de pintura y diseños sobre trabajos previos, esa es su naturaleza. El...

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