Música que encamina vidas

Por Tatiana Pérez Rivera

tperez@elnuevodia.com

El profesor Ricardo López levanta su mano e inicia el conteo para que acomoden sus atriles y estén listos. "Quiero tres sol que me despeinen", pide, y los músicos lo intentan.

Luego de trabajar el calentamiento, viene el veredicto. "Otra vez que no veo a los trompetistas botando sangre por los ojos", exhorta, y aceptan el desafío.

La hora pasa volando. Aprender es otra cosa en esa clase que ofrece cada año un concierto en el que toman parte las bandas de elemental, intermedia y superior: 146 músicos en ciernes.

"Si no escucha a su compañero, está tocando muy fuerte". "Saxofones, no me maltraten", machaca el profesor a quienes encauzan sus energías en instrumentos de viento, metales y percusión, pero con un propósito que, para él, trasciende la banda y el salón de clases.

"Mi objetivo es que sean buenos ciudadanos con las destrezas que adquieren", resalta López, quien lleva 23 años "confirmando que los estudiantes viven la música si se les lleva".

Partidario de que la educación musical no es solo hablar de "blancas, negras y corcheas", este quisiera que cada alumno tuviera la música "como opción de vida aunque no sea músico".

"Debe trabajarse la expresión corporal, la improvisación, la composición. Si tocas flauta, qué sonidos puedes sacarle. En Puerto Rico, la educación musical es muy rígida", subraya López.

Insiste en que nadie escapa de los beneficios de la música. "Se concentran porque tienen un instrumento en la mano, hay disciplina porque hay que practicar. La música es ingrata: si no practicas, no suena. Además, mejora su autoestima porque sienten que pertenecen a algo, que les gusta algo", señala.

El pasado año fue turbulento gracias a la crisis fiscal en la UPR. El programa, fundado en el 1979 por el profesor Juan Correa, estaba destinado a desaparecer por falta de presupuesto.

Los padres salieron en su auxilio. "Estas bandas no son nada sin ellos", explica López sobre el Comité Timón que defiende la permanencia del taller.

Ernesto Alonso, un papá con grados en educación musical, y el propio López -como voluntario- salvaron el año...

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