Navidad, desencanto y esperanza

LUIS JIMÉNEZ

SACERDOTE JESUITA Y CATEDRÁTICO DEL RUM

El encanto es algo sumamente llamativo. Tiene un atractivo que nos embelesa y nos cautiva. Antiguamente se creía que "encantar" a alguien era someterlo por medio de poderes mágicos. Recordemos en "La Odisea" la atracción que Ulises experimenta por el "canto" de las sirenas. Estos personajes míticos devoraban a aquéllos que se dejaban seducir por el encanto de sus melodías. Este símbolo representa las consecuencias inevitables del encantamiento.

Detrás del encanto opera un principio: la evasión. En nuestra historia hemos sido seducidos en múltiples ocasiones por dicho principio. Ejemplo paradigmático ha sido el "baile, botella y baraja" del capitán general Miguel de la Torre y Pando. En épocas más recientes se han utilizado algunas fiestas de pueblo y actividades deportivas con el objetivo de desviar la atención de problemas y tensiones sociales. Otro signo de este encantamiento lo hemos contemplado recientemente en hermanos nuestros corriendo desenfrenadamente dentro de grandes cadenas de tiendas para hacer sus compras. Esta situación nos evocó la imagen de serpientes encantadas por el sonido seductor de una flauta diestra.

El encanto se caracteriza por causar una desvinculación con la realidad personal y social. ¿Cuántos tratan de escapar de los problemas personales y sociales buscando placeres superficiales y diversiones enajenantes que operan como ansiolíticos pasajeros? Sin embargo, la realidad personal, social, política y económica que se quiere evadir reaparece como fantasma ineludible cobrándonos facturas muy caras.

En Puerto Rico estamos despertando de un sueño encantador que nos lleva a un estado de desencanto y resentimiento. Vivimos en una burbuja de consumo y de jolgorio que nos mantuvo encantados sin percatarnos de que este estilo de vida se lograba tomando prestado para cuadrar la caja. Pero, ¿cuántos hubiéramos aceptado años atrás una propuesta de "apretarnos los pantalones" que hubiera evitado la actual crisis? Muy probablemente nuestro grito de negación hubiera superado el llamado a la cordura.

Las consecuencias del encanto y de la evasión son múltiples: un vacío y agotamiento existencial, una falta de memoria histórica que imposibilita aprender de los errores del pasado y una falta de creatividad. Todo esto que perdemos es necesario para una transformación de la vida personal y social.

Veamos ahora la otra manera de ver la vida: la esperanza. A diferencia del encanto que...

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