Negros

LUIS RAFAEL SÁNCHEZ

ESCRITOR

  1. Hoy, domingo quince de diciembre del 2013, entierran al negro más distinguido de la época contemporánea, Nelson Mandela. Las ofrendas verbales y las ofrendas florales se multiplican desde cuando se anunció su muerte. También se multiplican los decretos de periodos luctuosos y las arriadas de las banderas nacionales. Como ha muerto un ser de estatura moral a punto de sobrehumana, el jolgorio se ha desatado en cada rincón del planeta. Un jolgorio creciente e incesante.

    No, la categoría de jolgorio fúnebre no peca de trivial. Menos aún supone irrespetuosidad al gran libertador de los negros. En cambio recuerda que el fallecimiento de quienes vivieron para asegurar el bienestar ajeno merece coronárselo con una fiesta donde alternen la lágrima dulce y la risa amarga. Pues en la canción que se entona inevitable, la canción de la vida por tanto, a la estrofa del llorar desmelenado la prosigue la estrofa del reír a carcajadas. Sí, a Nelson Mandela había que despedirlo al son de una parranda entusiasmada, traductora del fervoroso agradecimiento de negros, blancos, amarillos, el pigmento que sea.

    Los actos de recordación del "terrorista negro", como hasta antier se despachaba a Nelson Mandela en influyentes espacios de poder, han logrado reunir en Johannesburgo a líderes de las más diversas persuasiones ideológicas y las más beligerantes confesiones religiosas. Feligreses de Cristo y de Alá, feligreses del Dalai Lama y de Marx se han personado. Muchos llegaron desde países que reprobaron el "apartheid" en Sudáfrica, con verbo denunciario. Otros proceden de países que mantuvieron apacibles relaciones diplomáticas con el régimen de los "afrikáners". Otros vienen de países que, no obstante rechazar la institucionalización del racismo, se desentendieron de éste a la hora de comerciar.

    Ahora, cuando la Historia escribe con letras mayúsculas el nombre de quien se consagró a desmantelar la increíble aberración del "apartheid", centenares de líderes de la humanidad coinciden en Sudáfrica con la gente más común y más corriente. Ello redunda en el mensaje esperanzador de que el acuerdo, la reconciliación sin humillación, la voluntad de rectificar errores, son posibilidades dignas de explorarse a como dé lugar y a cualquier hora.

  2. Haití y Dominicana son de un pájaro las dos alas. Lástima que las dos alas estén impedidas de remontar el vuelo por andar enfrascadas en el desacuerdo, la negativa a la reconciliación, la falta de...

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