La niebla de la incertidumbre

TRIBUNA INVITADA

No deja de perturbarme ese sentimiento continuo de vivir en un país donde impera la neblina. No hablo del polvo del Sahara ni de las esporas, esos son sombras pasajeras. Hablo de algo peor que ni llega ni se va, solo se queda, dejándonos en un limbo entre la esperanza y la desesperación.

Es que por más que limpio mis anteojos y encojo los ojos para enfocar mejor, no logro precisar los contornos de la verdad. Me siento atacado por información contradictoria entre el gobierno y la Junta, uno con un estilo propagandístico y la otra con la arrogancia de quien tiene el poder y no tiene que ofrecer muchas explicaciones.

Miro hacia el lado y veo a miles en la misma situación, unos sectores que lo aceptan y otros que disfrazan su confusión con la elocuencia que solo da la ignorancia. Sentado entre unos y otros no me siento solo.

A veces me duermo pensando que el gobierno tiene dinero, solo para descubrir, al despertar, que no lo hay. Otras, me acuesto pensando que hay un buen plan, y al levantarme me doy cuenta de que el plan no existe. Para colmo, hace unas noches me dormí contento por una nueva ley que prohibía el depósito de cenizas en los vertederos. De nuevo, al abrir los ojos, comprendí que era todo lo contrario. Ya hasta miedo me da dormir.

A veces pienso que padezco de toxicidad radial, síndrome que ataca a aquellos cuyos radios no salen de las estaciones AM. Reconozco mi culpa, ya que varios amigos que se han curado me lo habían advertido.

Pienso que una cuarentena donde me prive de información y rompa en frío como los enfermos de la droga, dejará mi sistema lo suficientemente limpio y mi mente lo suficientemente clara para por fin entender lo que pasa. No lo hago porque me aterraría descubrir que el daño es permanente.

Pienso también que el problema no soy yo, sino los otros. Esos que gobiernan el país, cada cual, desde su atalaya, defendiéndose a la vez que hacen su trabajo. Esos son los dueños de la máquina de la neblina.

Me siento víctima del fuego...

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