¡Que no se nos acaben los niños!

ANTONIO QUIÑONES CALDERÓN

ESCRITOR Y PERIODISTA

A mis amados once nietos

No era para menos.

Cavilando sobre esa tragedia ocurrida a miles de millas de distancia física de nuestro pueblo, me pregunto si será sólo una percepción mía la sensación que tengo de que, sin embargo, ante la tragedia nuestra de cada día, la que representa la matanza de alrededor una veintena de niños nuestros este año por finalizar, no mostremos la misma indignación y el mismo dolor colectivo que deberíamos mostrar.

No sé si será una percepción mía que piense que una cartelera del violento negocio del boxeo, las piernas, las caderas y el traje de Bodine Koehler, la sentencia por prostitución de una bailarina, o la posible resurrección (fue lo que faltó en la cubierta de prensa) del Macho Camacho (QEPD), hayan cautivado más la atención pública que de la pérdida de la hermosa y esperanzadora sangre de tantos niños puertorriqueños asesinados por sus padres o extraños.

Lo digo con conocimiento de causa. ¿No se habló más y no se discutió más y no se "analizó" más en las semanas y los días pasados sobre todas esas nimiedades (y otras más) que sobre la vida miserable en que transcurren los días de muchos de nuestros niños? Digo, de los que sobreviven a la barbarie del asesinato a disparos o a puñaladas a manos de madres y padres y del hambre a que se les somete hasta morir como castigo a la pareja que celan, o por lo mucho que molestan cuando lloran, o por lo difícil que se les hace salir con amigas con ellos en la cuna.

Comenzaba a escribir esta columna cuando me enteré de la designación de la nueva secretaria de la Familia. No la conozco y no es importante que la conozca. Lo importante es que viene con una experiencia y aparenta tener un norte puntual para su trabajo, con el regreso del programa preventivo de "emergencias sociales" a la cabeza.

Vamos a echar de menos la sonrisita (¿de cinismo o nerviosismo?) de la saliente secretaria de la Familia, sonrisita...

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