No más discípulos del odio

RAÚL BENOIT

ESCRITOR Y PERIODISTA

De aquellos tiempos de niño a lo que sucede en el presente, ha pasado mucha agua por debajo del puente. El mundo cambió perversamente. Ahora los juegos se transforman de la fantasía a la realidad como apretar un botón o maniobrar el control de un vídeo, convirtiéndose en actos peligrosos.

La matanza de Connecticut, donde murieron 20 niños y 7 adultos, pone sobre el tapete varios problemas que se deben analizar: la enorme idolatría de las armas por parte de los estadounidenses; el exceso de paranoia de la gente; los programas de salud inoperantes ante una epidemia de enfermedades mentales que parecen crecer; autoridades y padres permisivos con respecto a la tenencia de armas y pertrechos de guerra en casa y la falta de una política de control sobre estos elementos letales. Pero, lo primario, es la ausencia de una educación buena y sana en el hogar.

El desafecto y la sevicia con que el asesino mató a su madre y a los infantes es una evidencia de que atravesamos tiempos difíciles en el mundo, en donde las personas se han vuelto crueles y frías. Son insensibles ante el sufrimiento ajeno. Forman una sociedad deshumanizada que ha perdido la fe y el respeto por la vida, nutrida por resentimientos y venganzas.

Pareciera que se venera la violencia, el crimen y el odio que ven a diario en los medios de comunicación, en el cine o en los videojuegos, y algunos lo quieren imitar como androides, soñando con hacer parte de ese universo irreal e impasible, el cual copian a manera de desahogo de sus rencores por algo o alguien.

Alucinan que matan, mueren, roban, se hacen ricos o héroes a través de esa fantasía y, con frecuencia, pierden la noción de la realidad y la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR