No llegó la ayuda que estaban esperando

PATILLAS.- Doña Ida Nieves cree que la pequeña casa de madera y zinc en la que vive en el remoto barrio Marín de este municipio fue un regalo de Dios.

“Yo se lo digo a la gente, pero no me lo creen”, cuenta la mujer, menudita, ágil a sus 79 años, madre 15 veces: “Esta casa la dejó sola un muchacho que vivía aquí. Yo pasé pa’ en casa de mi hija que es allá arriba y dije: ‘Dios mío, yo quiero esa casa, porque la necesito’. Al mes, Dios me contestó”.

Las fechas, ella no las tiene ya claras. Más o menos así lo contó:

La casa estaba en venta en $7,000. Por aquellos días, un huracán (posiblemente Georges, en 1998) había afectado la casa en que vivía entonces, por estos mismos campos. La Agencia Federal de Manejo de Emergencias (FEMA) le dio en principio $3,000.

“Me metí al cuarto y levanté las manos y dije: ‘Dios mío, yo te doy las gracias por esos $3,000 pesos, pero me faltan $4,000, porque son $7,000’. Entonces, a los 15 días viene una carta con $4,000 pesos más”, cuenta.

La casa, diminuta, remendada, apretujada en un pequeño terreno entre la carretera y una pétrea pendiente que termina en el río que le da nombre al barrio, nunca fue un palacio.

Pero doña Ida vivía allí en paz. Con el tiempo, uno de sus 15 hijos construyó su propia casa de madera a manera de segunda planta de la casita de doña Ida y se mudó allí con su familia. Cerca de los nietos, al arrullo del rumor del río, del cantar de pájaros por el día y grillos por la noche, y albergada por el húmedo verdor que abunda por aquí, no se vivía mal.

Hasta que el 20 de septiembre del año pasado, llegó María. El huracán obliteró la casa del hijo de doña Ida, la voló completa, no quedó nada. Fue como si una mano de gigante la hubiera arrancado y tirado lejos.

Al desparecer la estructura de la segunda planta, la casita de doña Ida perdió gran parte de su techo, especialmente en su habitación y la del de otro hijo que vive con ella, quien es parcialmente ciego.

En este momento, la casa no tiene sala, pues se convirtió en el cuarto del hijo. La cama de doña Ida está cubierta de un plástico, porque con los aguaceros que caen por aquí a toda hora sin avisar, se empapa.

El hijo que vivía en la planta de arriba recibió $16,000 de FEMA y anda con eso buscando una casa para comprar. Doña Ida recibió $2,700, lo cual no es suficiente para lo que necesita su casa. “Para mí, es peor que no me den nada”, dice, intentando sonreír. “¿Qué voy a hacer, si yo no trabajo, ni mi hijo tampoco, porque él tiene un...

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