'Esto no es un restaurante'

Por José R. Pagán

jpagan@elnuevodia.com

Estaba allí no como un comensal más, sino para que Jesús Pérez, dueño del lugar, me contara un poco de historia sobre este emblemático lugar que abrió sus puertas hace 30 años.

Mientras le daba el primer mordisco a una de las frituras, recorrí las paredes con la mirada. "Por fin entenderé qué hay tras la idea de todos esos cachivaches colgados ahí, pensé. Seguí observando en detalle y me di cuenta de que muchas de las referencias históricas que buscaba estaban allí, justo en frente de mis ojos, en recortes de prensa que han sido enmarcados.

Están las portadas de los tres diarios locales del 14 de agosto de 2005. Ese día fue noticia el almuerzo amistoso que Sila María Calderón y Carlos Pesquera, entonces candidatos a la gobernación, habían tenido el día antes en una de aquellas mesas cubiertas con manteles de hule. De la visita del cantante Carlos Santana en 2009 y de la chef televisiva Rachel Ray, en 2005, también hay evidencia.

Regreso a la mesa para encontrarme con Jesús, quien llegó acompañado de su segundo hijo -del mismo nombre- y ahora encargado del lugar. Un apretón de manos, otro mordisco al bacalao, y comencé a escuchar la historia que aquí les cuento.

"En vez de bibí me daban caldo de pollo", dice Jesuito para romper el hielo. "Crecí corriendo por aquí, aprendiendo del sabor de la cocina criolla".

El padre lo mira riéndose y nos remite al 24 de octubre de 1980. Ese día, La Casita Blanca se convirtió en la nueva fonda de Villa Palmeras, en Santurce.

"Llegaba de trabajar fuera de la Isla con una compañía de navieras. Ahí me entrené en todo lo que es servicio. Quise abrir un lugar para comer, pero nada de lujo, me gustaba el olor a fonda. Para mí tenía un encanto especial ver a Pellín (Rodríguez) sentadito comiendo o a Maelo (Rivera) con su jarrita de agua. Es que por aquí lo que había era rumba. Villa Palmeras es muy musical", agrega el padre.

Fue así como a pasos del callejón Bella Vista, donde nació, puso el ojo sobre aquella casita pintada siempre de blanco. Era justo la vivienda ubicada en la esquina de las calles Tapia y Barbosa, donde doña Cachón criaba a sus 13 hijos.

Años más tarde, tras la familia dejar la propiedad, Jesús cumplió su deseo a un costo de $ 400 mensuales de renta. "Se enalteció la fonda", afirma con fuerza, como quien defiende lo suyo. "La gente empezó a traerme cosas y otras las conseguí. Todo lo que hay en estas paredes son íconos de la quincalla. Estoy quedao, pero...

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