Noche de virtuosismo para la OSPR

Por Luis Hernández Mergal

Especial El Nuevo Día

Después de este brioso comienzo, el programa cambió de rumbo con una obra escrita para tres solistas, el Concerto grosso núm. 1 para tres violonchelos de Krzysztof Penderecki, interpretado por Arto Noras, Jesús Morales y Emilio Colón. Inspirada en la conocida forma barroca para un grupo de solistas que contrasta con el tutti orquestal, la obra de Penderecki tiene todo menos el carisma, la gracia y el buen humor que distinguen tanto a los forjadores originales del concerto grosso -Corelli y Torelli- como a los "neoclásicos" del siglo pasado, con Igor Stravinsky a la cabeza.

El de Penderecki, escrito en el 2000, es un concierto de carácter serio, pesado y poco amable; sin duda virtuosista, como bien lo demostraron los solistas, aunque una parte importante del virtuosismo del concerto grosso barroco es el trabajo en conjunto, que brilló por su ausencia, al parecer porque la partitura misma carece de ello. De hecho, cada chelo comenzó en el primer movimiento con una intervención individual, lo que pareció convertirse a lo largo de la obra en una especie de competencia en que nadie salió victorioso, mucho menos el oyente.

El punto más fuerte del concierto fue la orquestación, aspecto en que relució la indudable imaginación sonora de Penderecki. Solos de trompa, oboe, violín, contrabajo, corno inglés, contrafagot, clarinete bajo; al final, esta obra parece más bien un concierto para orquesta con tres chelos obbligati, que un verdadero concerto grosso. En todo caso, una interpretación...

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