Noé

Rosa Mercado

Iría el pobre hombre a la oficina del notario, una mesa debajo de una palmera de dátiles, y le habría dicho: " Señor notario, quiero que pase por la Lomita donde tengo estacionada el arca". Y al notario, que la práctica de tan privada se le estaba haciendo íntima, le cruzaría este pensamiento por la cabeza: "Maldita la hora en que no tengo secretaria que le dijese al chiflado del arca que estoy ocupado".

Pero lo tomaría con calma y le diría al sudoroso Noé: "Siéntese, buen hombre y déjeme buscar en el calendario una fecha para acompañarlo a la Lomita".

Y ocultaría de Noé el calendario donde las únicas fechas anotadas son las del pago de la hipoteca y el carro, que diga, las del pago de sus camellos y su tienda. Le dice el notario a Noé cuanto le cobrará por hacer el acta, y Noé, que no está chiflado después de todo, lo encuentra razonable. Y allá van, bajo el candente sol del desierto, el notario y Noé a hacernos el favor histórico de una certeza.

Pero no ocurrió de este modo y nos quedamos sin saber la fecha en que se construyó el arca y si para su...

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