Nombres

Mario Alegre Barrios

Admito que he dejado de hacer lo que hice casi con devoción durante las últimas dos décadas y media: leer los diarios. O, al menos, leerlos con la dedicación de antes.

Enuncio esta suerte de confesión con emociones mezcladas, casi con un sentimiento de pérdida. bueno, quizá no. Por una parte, esto -leer periódicos, de aquí, del mundo- fue durante buena parte de mi vida tan ritual matutino como los rituales más o menos universales vinculados al inicio del día. Por otra, sé la razón: tengo la certeza de que algo fundamental ha cambiado. Los diarios. Yo. Sin duda, ambos.

Asevero esto sin sorpresa. Es lo lógico, todo cambia, perogrullada cuya obviedad deja de ser trivial cuando es uno mismo el que experimenta de manera notable los efectos de esa transformación natural.

Los periódicos de los que me enamoré -casi todos- han dejado de ser lo que eran por razones que van, desde las eminentemente tecnológicas, hasta aquellas regidas por las fuerzas del mercado y también de credo, realidad inobjetable e irrevocable que parece haberse sincronizado con el paso del...

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