Obama - Osama

CARLOS FUENTES

ESCRITOR

La derecha critica sistemáticamente a Barack Obama y algunos lo consideran "comunista". La extrema izquierda, asimismo, siente que sus políticas son demasiado tímidas. Y un periodista, hace un par se semanas, le espetó en la reunión del presidente con la prensa: "¿Por qué tolera usted el terrorismo y no hace nada al respecto?".

Como es su costumbre, Obama mantiene la calma, sonríe y luego actúa. Tiene que vérselas con un Congreso que no le da todo lo que quiere. Debe negociar, sin ceder ante el Tea Party pero arrebatándole a esa facción legisladores republicanos por gracia del acuerdo moderado.

Todo ello sitúa a Obama en el centro del espectro político, a veces más a la derecha pero sólo en virtud de negociaciones que inevitablemente conceden, a veces más a la izquierda donde está el corazón del profesor de Harvard que prefirió ser consejero de causas sociales y combatir a la pobreza en Chicago, que abogado de grandes compañías en Nueva York.

Pero en el centro-centro, en el corazón de corazones, está un hombre tranquilo, lejano a la "gracia" exigida al político del norte, reservado y dispuesto, llegado el caso, a actuar con todo el poder a su alcance para obtener resultados precisos, aunque peligrosos y a veces hasta imprevisibles.

Este es el Barack Obama que ordenó el asalto a la fortaleza invisible por su visibilidad, del terrorista Osama Bin-Laden en Pakistán. Operación unilateral y silenciosa: el gobierno de Pakistán no es confiable y hace fortuna con su duplicidad. Operación encargada a los Seals, equipo sin compasión o dilación que en cuarenta minutos descabezó a Al-Qaeda diez años después de los ataques suicidas del 9/11 a Nueva York, Pennsylvania y Washington y los veintidós -veintidós- ataques de Al-Qaeda a hoteles, sinagogas, consulados, automóviles, trenes, refinerías, embajadas, de Túnez a Madrid, de Londres a Riyadh, de Filipinas a Marruecos, con más de ochocientos muertos, aparte de los tres mil asesinados en los ataques a las Torres Gemelas en septiembre de 2001.

¿Merecía compasión este asesino en serie, Osama Bin-Laden? ¿Merecía llegar vivo a un tribunal para ser juzgado y sentenciado por sus crímenes? Esto se debate hoy. Lo indebatible es la vida perdida por tantos inocentes en todo el mundo por la saña ideológica de Bin-Laden. No lo excusa su fe, como no excusó la fe a la Santa Inquisición ni la falta de fe al emperador romano Nerón. La creencia -en el nazismo, el comunismo, el nacionalismo, el...

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