Un oficio a prueba del tiempo

Por Yaritza Santiago Caraballo

yaritza.santiago@gfrmedia.com

Más que recortar o afeitar, el barbero se ha convertido para muchos en el consejero, el confidente, el doctor, el maestro, el psicólogo, el psiquiatra, el abogado, el astrólogo, el experto en deporte, el politólogo. Nombre alguna ocupación y esa será la que ejecute de alguna manera su barbero favorito.

Poco se habla de este profesional conocido históricamente por el emblema del "caramelo" tricolor. Muchos apenas se acuerdan de este personaje hasta que se miran al espejo. Ahí invocan su nombre.

En Puerto Rico, hay aproximadamente 5,000 barberos y estilistas licenciados y colegiados. Pero también hay otros 3,000 que ejercen "por la libre", sin cumplir con las leyes 146 y 60 que rigen esta profesión llena de retos, de anécdotas y de grandes cambios, según constató El Nuevo Día durante una visita a varias barberías.

De estos cambios le puede preguntar a Mario Ramos, barbero con 50 años de experiencia y dueño del Salón de Estilo y Barbería Paraná, ubicado en San Juan. Más allá de ser un local donde mayormente acuden hombres para acicalarse, para atraer más clientela, Ramos combinó en el local un salón de estilo para aquellas personas que deseen lucir un recorte más a la moda.

Esa parte se la deja a su empleada y estilista Jannette García. "Como barbero trabajo más con hombres, aunque también vienen algunas mujeres a pedirme que les recorte bien pegaíto, pero eso sucede muy poco, casi nunca", dijo. Para trabajar, Ramos procura verse profesional así que luce por encima de la camisa una bata blanca corta "para distinguirme de los demás".

Aunque estudió estilismo, Ramos prefiere trabajar la barbería haciendo cortes tradicionales y afeitar. En su largos años de experiencia cabezas conocidas han pasado por sus manos como el excandidato popular a comisionado residente Rafael Cox Alomar.

Sus principales instrumentos, igual que muchos barberos, son las tijeras, la peinilla, la maquinilla (máquina de afeitar) y navajas de afeitar desechables. Aquella correa de cuero con la que se afilaban las navajas pasó de moda por razones de higiene.

En una barbería tradicional impera el minimalismo. No hay planchas de pelo, escasea la decoración y el punto focal es la silla de recorte y un televisor sintonizado en un canal de deportes o noticias y que no compite con las discusiones sobre el asesinato del día o las critican a algún político corrupto que los clientes mantienen con el barbero.

En otros casos...

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