Oh sí, hablaremos

ÁNGEL DARÍO CARRERO

POETA

Por supuesto, que se paga, en no pocas ocasiones, el precio de esta osadía. Pienso en Federico García Lorca, asesinado en Granada en agosto de 1936. Uno de los primeros poetas que leí con entusiasmo durante mi adolescencia. Con entusiasmo sí, pero sin inocencia, es decir, sabiéndolo ya traspasado por las lanzas de la intolerancia irracional de su época. Gracias al fotógrafo Jorge Ramos Caro poseo una foto de la pila donde fue bautizado Lorca. Me ayuda a entender que ser poeta es arriesgarse continuamente a nacer de nuevo, más allá de los cánones (también de los que se venden como iconoclastas) que pretenden simplificar la inevitable complejidad del ser.

En Puerto Rico no deberían nunca olvidar aquel 2 de noviembre de 1950, cuando el poeta lareño Francisco Matos Paoli fue encarcelado y sentenciado a diez años de cárcel por un discurso en el que daba nombre a la opresión colonial, así como a la esperanza reprimida. Matos Paoli se refería a esa experiencia como "la más profunda humillación de mi vida". Al salir de la cárcel, el poeta demuestra no haber aprendido la lección que imponían los verdugos. Lejos de enmudecer, escribe, delirante, su obra de mayor trascendencia: "El canto de la locura". Allí nos muestra la más alta clarividencia poética: "Yo quisiera vivir sin tener que ser profeta, estar abierto en el agua como la flor de loto". El poeta convierte en plegaria su más firme compromiso: "Pero es imposible, Dios mío".

La historia prosigue. Hace tan solo dos semanas se celebró el Festival Internacional de Poesía en Granada, Nicaragua, dedicado al poeta y sacerdote Ernesto Cardenal. La simple dedicatoria ocasionó que el gobierno nicaragüense decidiera retirar los fondos que destina habitualmente a este evento de carácter mundial. Nos referimos a sus antiguos correligionarios en el sandinismo. "Daniel Ortega no es el sandinismo, sino su traición", habría dicho Cardenal durante la campaña preeleccionaria. El presidente del festival, Francisco de Asís Fernández, sorprendió a los poetas allí reunidos: "Detesto tener que decir esto. Les pido no politizar el evento". Aunque se le apoyó, por su entrega sin par al mando de este festival, lo cierto es que la poesía eligió, en cada momento, su propio rumbo de libertad, frente a un público voluntariamente cautivo.

Hubo un momento particularmente tenso en el que se personificó, políticamente, a una nación en la figura de un poeta. El poeta israelí, Amir Or, leyó un poema en el...

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