Mucho más que oración

Por Lilliam Irizarry

Especial para El Nuevo Día

Todo lo hace en su llamada "guagüita misionera" y junto a Luis Martínez, un hermano de su iglesia que se convirtió en su mano derecha luego de que ambos colaboraran con Iniciativa Comunitaria en el recogido de suministros para las víctimas del terremoto en Haití.

"Yo puedo orar, pero no me puedo quedar orando entre cuatro paredes. Yo tengo que hacer algo más", afirma la enfermera de 53 años que encabeza el ministerio de acción social de su iglesia y que recién creó junto a Martínez la Fundación Restauración Amor, Fe y Esperanza.

"Es bien fácil orar 'Señor, que el pan llegue a la mesa del necesitado. Señor, que no haya más muertes ni violencia', mientras yo estoy sentada en la comodidad de un escaño o estoy descansando en mi cama, o estoy de 'shopping' o viendo una película. Necesitamos acción más allá de la palabra", añade sin miramientos.

Marrero critica incluso a las iglesias que dicen ser luz en medio de las tinieblas. "No nos podemos quedar en la comodidad de un templo porque iglesia somos todos, y hay que hacer iglesia bajo el sol, bajo las estrellas, bajo la lluvia, en la oscuridad. Hay gente que ve oscuridad y se asusta, siendo luz y se asusta".

Esa inacción de muchos cristianos y no cristianos, sin embargo, no los amilana.

Cada sábado en la tarde, Marrero y Martínez se encuentran en el estacionamiento de su iglesia para llenar la guagüita misionera, "primero que todo, de la disposición de ayudar" y luego de lo que logran conseguir mediante donaciones. Las semanas en que nadie dona, no dudan en meterse la mano en el bolsillo.

Entonces, parten juntos a recorrer las calles del sector Campanillas de Toa Baja avisándole a los niños que ya va a iniciar el taller de valores que...

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