El origen y fin de las cosas

end.croldan@elnuevodia.com

La película ha sido traducida a sobre 40 idiomas y vista más de 15 millones de veces alrededor del mundo. Su sencillo formato de animación en blanco y negro, acompañado de un lenguaje coloquial la convirtieron en una herramienta de educación apta lo mismo para niños que para adultos.

Más allá de un novedoso proyecto investigativo, se trata de una invitación a repensar nuestros patrones de consumo por una razón muy sencilla: el planeta y nuestra salud están pasando factura.

"Hay problemas gigantescos a causa de los métodos que usamos para extraer materiales de la tierra, manufacturarlos en productos, comprarlos, usarlos y tirarlos a la basura. Al mismo tiempo, somos bombardeados con mensajes comerciales todo el día diciéndonos que compremos más y más cosas, sin honestidad sobre los verdaderos problemas ambientales, económicos y de salud pública causados por ese consumismo frenético", afirma Leonard, quien viajó e investigó durante dos décadas para armar The Story of Stuff.

A partir del primer corto lanzado por Internet en el 2008 se han realizado otros cinco que abordan la industria de los cosméticos, el agua embotellada y la realidad sobre la realidad fiscal en Estados Unidos, entre otros. En todos, además de presentar el problema, Leonard y su equipo ofrecen su visión sobre las alternativas posibles.

¿Cómo cambió tu estilo de vida a raíz de tu trabajo?

En realidad, fue mi forma de vivir lo que inspiró mi trabajo. Vivo en una comunidad sólida, donde los vecinos se conocen unos a los otros, comparten cosas y se cuidan mutuamente. Es una manera de vivir muy plena. He aprendido que cuando necesito algo primero lo busco en mi comunidad antes que en el mercado. Construir comunidades fuertes y compartir cosas es mejor para el planeta, mejor para el presupuesto familiar y más divertido que vivir solo y trabajar contra el reloj para comprar más cosas.

Visité las fábricas donde se hacen nuestras cosas y los vertederos a donde todas llegan, alrededor del mundo. Ver de primera mano los costos escondidos ambientales, sociales y de salud provocados por nuestras cosas me ha inspirado a vivir más responsablemente. Cuando necesito algo, primero se lo pido a mis amigos. Como segunda opción, intento comprarlo usado. Limito mi consumo de agua y energía eléctrica en la casa. Uso el cordel para secar la ropa, algo que puede sonar obvio para un país tropical como Puerto Rico, pero no muy común en EE.UU. Uso el agua de la lavadora para regar mi jardín. Aunque hago estas cosas, sé que no son suficientes para cambiar la trayectoria de deterioro que lleva el planeta. Sí, debemos ser responsables en casa pero aún más importante es unir fuerzas como ciudadanos de una democracia para cambiar las reglas y hacer que todas las...

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