Ouch

Huáscar Robles Carrasquillo

Luego de esperar media hora, ya estaba desvestido con una de esas batas que se cierran por detrás, salvo que ésta era de doble capa, con un hueco para ventilar aire caliente mientras la anestesia se comía mi cerebro. En fin, el Cadillac de las batas quirúrgicas.

No puede aguantar la risa cuando la enfermera colocó el tubo en la bata para calentar el cuerpo. Luego pensé que me iba a costar un ojo de la cara, pues nadie me puede engañar con la hipocresía del buen servicio. Hasta la sonrisa de la enfermera me estaba costando.

Así que deseé continuar bajos los efectos de los narcóticos para no preocuparme por el costo del procedimiento. Es difícil no hacerlo: el bienestar es un intercambio comercial como cualquier otro. Un amigo VIH positivo me decía: "No hay prisa para encontrar la cura, no sabes cuánto dinero hay en este negocio".

No llegaré a decir que cada paciente se siente como mercancía aunque seguro que muchos lo perciben así desde que entran por la puertas de cualquier servicio...

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