La paciencia de ser un “paciente”

No era buena señal. Solo quedaba un espacio en el estacionamiento de la sala de emergencias.

Me estacioné. No tenía otra opción.

Pasaba la 1:30 de la madrugada de un sábado reciente, y juraría que había más gente en esta ala del hospital privado en Santurce, que en el Walmart 24 horas a un bloque de distancia.

Sucede que poco antes de la medianoche, motivado de seguro por el cambio climático que anuncia la primavera, le dio con hacer visita sorpresa una condición que me afligió de niño y adolescente. Luego de dos décadas sin complicaciones de respiración, regresó el asma.

Pero no me podía poner exigente en cuanto a qué sala me atendería durante el episodio. Me faltaba el aire y no me quería correr el riesgo de salir a intentar en otro hospital solo para que en el camino me diera un “patatú”, como lo llamaría mi madre Cuca.

Acostado en mi cama una hora antes, sentía que me ahogaba. Hacía casi 20 años que no me sucedía, pero no olvidaba ese sentimiento de desesperación consciente que causa el asma. Inhalar con toda fuerza y aun así sentir que no puedes respirar es una experiencia que –si la viviste a menudo de niño- se convierte en inquilino de un espacio de tu subconsciente por el resto de tus días.

La sala de espera estaba más llena que el estacionamiento. La matrícula incluía pacientes con todo tipo de padecimientos y lastimaduras. En primera fila, una mujer joven mantenía una bolsa “ziplock” rellena de hielo en el lado izquierdo del vientre, intentando -aparentemente en vano- mitigar su dolor.

A su lado, una señora de mayor edad, le echaba un brazo y una frisa en simultáneo acto de solidaridad y abrigo.

Casi todos los presentes estaban acompañados por un familiar o persona cercana.

A la izquierda de las puertas automáticas de cristal, me dió la bienvenida, desde detrás de su podio, el guardia de seguridad, también recepcionista. Al parecer, me veía tan mal como me sentía porque, de inmediato, me pidió que llenara el primero de una serie de largos pergaminos sobre información personal.

Al no encontrar asiento disponible en la sala de espera, terminé sentándome en uno de los cubículos para las entrevistas previas al ingreso, donde te hacen lo que parecen ser las preguntas más importantes para los proveedores de servicio en la maltrecha industria médica local.

¿Plan Médico? ¿Método de pago?

De seguro no existe sustantivo más apropiado para identificar a quien acude a sala de emergencia para recibir tratamiento que la palabra “paciente”...

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