País nuestro

ÁNGEL DARÍO CARRERO

ESCRITOR

No me atrae la propaganda turística basada en el uso y abuso de la dichosa hipérbole superlativa, si tal absceso existe. Lejos de atraer al turismo extranjero, despierta, por el contrario, el gusanito de otro "ismo" políticamente indeseado al interior del vacacionar doméstico: el cinismo. La exageración suele tener ese efecto vicioso: genera espontáneamente espíritus burlones por todas partes.

Cada vez que algún hijo de vecino arroje basura en nuestras playas idílicas, en clara refutación a la publicidad, mas utilizando los mismos términos y el mismo registro de falso orgullo, alguien saltará diciendo: "Jawohl. Puerto Rico lo hace mejor".

Cuando un trabajador, con su tiempo libre restringido, visite una oficina privada (olvidemos ahora el orden público) y se le atienda con desdén o justo cuando se tiene que marchar por mor de la obligatoriedad, entonces volverá a retumbar el eco de ese irónico decir: "Oh, yes, my dear, Puerto Rico lo hace mejor"

Al advertir que en las góndolas de un supermercado situado en el campo no hay -olvídate del apio, mi tubérculo favorito- ni limones ni plátanos, ni una quenepa puertorriqueña, una pareja dibujará en el lenguaje de señas tan poco dado a la malicia, su propia estela de decepción: "Oui, oui, Puerto Rico lo hace ¡absolument! mejor".

Para añadir otra foto al álbum privado de nuestro cinismo nacional, les comparto la imagen de un destacado economista. Entregado al debate radial, siempre en torno a su tedioso campo de estudio, amplió, con soberbia disimulada, las sílabas concatenadas de la muletilla nacional: "Actualmente, Puerto Rico lo hace (tal vez... pero no es seguro... tendría que revisar) mejor que... Haití". Gagueó y suspiró calculadamente. "Mèsi anpil, queridos radioescuchas".

Apelar al orgullo patrio funciona cuando es justo y proporcionado, pero genera el efecto contrario cuando se utiliza como falso recurso mediático, desmentido cada segundo por la implacable realidad. No es tan sólo el eslogan lo que choca y encrespa, sino la mentalidad subyacente. ¿Qué les parece el que algunos cineastas inviten a ver su Obra Siempre Maestra simple y sencillamente porque se trata de un producto puertorriqueño? Como si por ser puertorriqueño tuviera que ser bueno, digo, mejor. Sin ser Goya, se encumbra en un a priori que no necesita de la vía de la demostración.

Dan ganas de rogar a los autores que, ante todo, nos entusiasmen con la calidad y originalidad de su creación; ya...

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