Papás con angustia extrema

Por Brunymarie Velázquez

brunymarie.velazquez@elnuevodia.com

Angustiada, mientras acentúa las palabras con sus manos, Lucía González (nombre ficticio) relata la preocupación que siente cada vez que María, su hija de 18 años, sale con sus amistades de fiesta a Río Piedras.

Su pesar no es aislado, lo experimentan miles de padres y madres de adolescentes y jóvenes que temen por la seguridad de su hijos ante la ola criminal que ha sacudido al país en los últimos años. La preocupación llega a extremos tales que hay padres que están contratando guardaespaldas y servicios para "espiar" mediante rastreo tecnológico donde están sus hijos. Otros, consultan sicólogos para contrarrestar su ansiedad.

"¿Tienes el celular con batería? ¿Con quién vas? ¿Te busco? Si no llegas a la hora que acordamos te buscaré dónde estés. Es una cantaleta constante hasta que se fastidie", asegura González, también madre de Diego, de 16 años.

Para la madre, se trata de vivir con miedo "todo, todo el tiempo". Los mensajes de textos y las llamadas llueven.

Este panorama emocional se puede comparar con la reacción que tiene una población después de vivir una experiencia traumática, en un momento y lugar determinados. Por ejemplo, y como un caso extremo, se podría comparar con el tsunami de Japón, ocurrido en el 2011. Es uno de esos eventos naturales que pueden provocar un trauma colectivo que mantiene a la población a la expectativa de que se repita.

"Aunque no es exactamente igual, por que el crimen en Puerto Rico siempre ha existido, el impacto ha sido paulatino, (y) no es lo mismo cuando es un impacto súbito. Pero se puede decir que lo que sufre el país es bastante parecido a eso", explicó Luis Caraballo, psicológo clínico y catedrático de la Facultad de Psiquiatría de la Universidad de Puerto Rico.

Caraballo entiende que la situación en Puerto Rico ha hecho que los padres busquen opciones para mantener los mayores estándares de seguridad en sus hijos aunque puedan ser extremos.

Empatía ante el dolor

Casos como la muerte de Stefano C. Steenbakkers Betancourt, el joven de 17 años asesinado a finales de junio en un intento de carjacking en Dorado, crean una histeria colectiva no solo entre los padres, sino en los mismos jóvenes que ven el caso y se identifican.

"Cuando se tiene un hijo y se piensa que ese niño 'pudo haber sido hijo mío'. Esa noticia va a provocar que el miedo natural vaya un poco más lejos y, por ende, se comiencen a buscar alternativas que antes lucían...

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