Parricidio en la montaña

En una isla en la que ya casi no quedan lugares apartados, el horrendo crimen que va a ser contado en breve aquí ocurrió en uno de los más aislados de todos.Fue en las profundidades de la ruralía de Coamo, en una zona montañosa que casi colinda con Salinas, donde normalmente no llegan las señales de los celulares y hay sectores a los que todavía solo se puede ir en camioneta todoterreno o a caballo. Allá, en el barrio Palmarejo Arriba, en abril, dos hombres se encontraron y discutieron a solas.Eran padre e hijo, pero fermentaban riñas muy viejas. Riñas que aquel día, 10 de abril de 2019, tuvieron un desenlace trágico.Uno de los dos hombres fue asesinado. Otro confesó ser el autor, según fuentes policiacas. Pero, a causa de las enormes deficiencias en el Negociado de Ciencias Forenses, han pasado meses y nadie ha sido acusado. Una pequeña y apartada comunidad lleva meses viviendo con el horror de ver a quien consideran un asesino confeso entre ellos, sin noticias sobre cuándo será llevado a la justicia.El día antes del 10 de abril, Juan Ortiz Ortiz, de 37 años, discutió con Rubén Ortiz Vega, de 74 años, su padre. El hijo le reclamaba al padre, que era su vecino, por daños que supuestamente había causado en un corral que él tenía para guardar sus caballos. Fue una discusión dura. Alguien llamó a la Policía. Vecinos dijeron a investigadores que, del cuartel de Coamo, fueron agentes al apartado sector, donde no hay carretera para llegar en carro, pero solo "orientaron" a los dos hombres.Las tensiones todavía latían cuando los dos hombres se encontraron a solas el día después. Volvieron a discutir. El padre terminó muerto. Fuentes policiacas y de la fiscalía dicen que el hijo confesó que, en medio de la discusión, le dio a su padre un tubazo en la parte posterior de la cabeza. El anciano murió en el acto.Según su propia confesión, el hijo subió el cadáver del padre a un caballo y emprendió la cabalgata monte adentro con el fin de ocultarlo. En el camino, el cadáver se le cayó del caballo varias veces y el hijo tenía que volver a subirlo pasando grandes esfuerzos. El hijo temió que, de tanto trajinar, se le pegara su ADN a la ropa del difunto y lo desnudó. Continuó el trayecto con el cadáver vistiendo solo medias y zapatos. La ropa la quemó después.Cabalgó por millas hasta un lugar más apartado aún, cerca de la parte posterior del Campamento Santiago, una instalación de la Guardia Nacional, ya en Salinas. Allí, colocó el cadáver sobre la tierra...

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