Los pasos de Rafael

Cuando salió de Aguadilla en una jaquita baya (que quería que le condujera otro, como recordaremos siempre), nadie habría podido imaginar que, cuando estuviera todo dicho y hecho, el Rafael Ramos Sáenz ese, conocido hasta hace menos de un mes solo en las lúgubres cavernas subterráneas del partido en el que milita con tanto fervor, iba a terminar dándole una lección tan importante al pueblo de Puerto Rico.

Los pasos de Rafael, las omisiones de los que anduvieron cerca de él –se quedaron en cómplice silencio y, sabiendo de la pata que cojeaba, lo sacaron del anonimato y lo exhibieron ante el país para que lo viéramos a contraluz–, nos pusieron a los puertorriqueños a mirarnos en un espejo deformado que revela mucho de lo bajo que hemos caído como sociedad.

Vean: este señor Ramos Sáenz era juez. Era de esos señores que se visten de toga, se suben a un estrado a unos pies sobre los demás mortales y desde allá pueden hacer y deshacer vida y hacienda, con el accionar rotundo del mallete. Es una responsabilidad, como sabemos, de la mayor gravedad.

Siendo juez, se le asignó presidir la junta electoral local de Moca en las elecciones pasadas.

Fue ahí que decidió deshonrar la toga, ponerse en vergüenza él mismo, a su clase, a su país, y meterse al equipo del Partido Nuevo Progresista (PNP), en vez de cumplir la función de árbitro que le encomendamos todos nosotros a través de las leyes, reglamentos y normas que rigen nuestra vida colectiva.

En vez de velar por la pureza del proceso, como le manda el puesto al que juró con la mano sobre la Biblia, se puso a velar que al partido de su corazón, al que le debía su puesto de juez y del que esperaba mucho más en la vida, le fuera mejor que a los otros.

Así quedó expuesto en blanco y negro en un chat por WhatsApp del equipo electoral del PNP, que fue revelado el lunes por el senador Aníbal José Torres y que, al día siguiente, le costó a Ramos Sáenz el puesto de presidente de la Comisión Estatal de Elecciones (CEE), en el que se había inaugurado con confeti, fanfarria y agradecimientos a Dios apenas 16 días antes.

Esas son actuaciones de una gravedad inusitada. El juez Ramos Sáenz violó ahí cuanto principio ético se pueda uno imaginar. Nuestra democracia está ahora mismo bastante venida a menos. Pero algo es algo, es lo que tenemos y es preferible la barbarie total a la que parecería que nos quieren llevar.

Ramos Sáenz, quien ya no es juez porque fue suspendido y ojalá deje pronto de ser abogado también...

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