La pelota es valor y sacrificio

EDGARDO RODRÍGUEZ JULIÁ

ESCRITOR

Al ingeniero Ángel Colón, historiador del "Pepelucaso".

El 17 de febrero de 1951, a cuatro meses de aquel atentado, el primera base dominicano del Santurce, José St. Clair, alias "Pepe Lucas", botó la bola en la novena entrada, último out, ocurrió el milagro del llamado "Pepelucaso", los Cangrejeros conquistaron su primer campeonato y Luis Muñoz Marín asistió a ese juego -favorecía al equipo perdedor, los Criollos de Caguas Guayama- en un insólito gesto político, digno de reflexión.

Siempre pensé que esos datos, así, tan escuetos, resultaban de la tendencia, muy puertorriqueña, y hasta antillana, a oscilar entre la gravedad y la levedad del relajo o el deporte. En cuatro meses la atención pasó de la Patria a la distracción del baile, botella y baraja. De la Historia pasamos a la intrahistoria. Pero esa manera de pensar me deja insatisfecho, como si tuviéramos que adivinar algo más detrás de aquella revuelta y el jonrón que le siguió. Es como si hubiésemos olvidado que tendríamos que recordar algo.

Era mi infancia. La recuerdo como época exaltada, y no únicamente a causa del nacionalismo albizuista. También estaba en el aire la guerra de Corea y, más adelante, la aparición de la Virgen del Pozo en Sabana Grande. Las mujeres que vestían aquellos hábitos marrones de alguna "promesa" me causaban el mismo temor que las musulmanas actuales con sus burkas.

Ahora bien, quizás con mucho de sentimentalismo, también la veo como una época inocente, siendo la inocencia cierta confianza en el otro, y también en el destino.

O quizás no debería hablar de inocencia sino de ese algo, no recordamos de qué, algo opaco de todos modos que perdimos en el camino, como eso que nos dijimos que era tan necesario recordar. Era otro país, casi el mismo paisaje, no sé si la misma gente.

El 3 de octubre de ese mismo año, 1951, la metrópoli presenció otro jonrón milagroso, el de Bobby Thomson -casi a un año de cumplirse el aniversario de la Revuelta Nacionalista -que le dio a los Gigantes de Nueva York, en la última entrada, a punto de completar el último out, el banderín de la Liga Nacional frente a los Dodgers de Brooklyn.

En los palcos del Polo Grounds estaban todas las celebridades, desde Edgar J. Hoover distraído con los secreteos...

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