Perfecto recital del Tokyo String Quartet

Por Luis Hernández Mergal

Especial El Nuevo Día

Por un lado, su lectura de Mozart fue de una extraordinaria limpidez, acompañada de un muy cuidadoso balance entre los cuatro instrumentos, de manera que se podía escuchar con perfecta claridad cada una de las voces. Desde el comienzo del primer movimiento, donde el primer violín expone el lírico tema principal en la tónica (sol mayor) sobre un entramado de melodías en contrapunto en los demás instrumentos, hasta la entrada de un segundo tema más jocoso en la tonalidad dominante (re mayor, procedimiento usual en la forma sonata clásica), anunciado por el segundo violín, el Tokyo String Quartet hizo gala de su extraordinario acoplamiento, resultado no sólo de muchos años de ensayo, sino de una asombrosa capacidad de escucharse mutuamente todo el tiempo, destreza sine qua non de todo conjunto de cámara, y que el Tokyo String Quartet posee en grado superlativo. Pero este cuarteto de Mozart, como casi toda su música, esconde un sentimiento trágico detrás de la fachada galante y aparentemente despreocupada, hasta "frívola", que cubre la superficie de sus estructuras sonoras. El Tokyo String Quartet mostró este aspecto del pathos mozartiano, manipulando con gran sensibilidad las gradaciones dinámicas. Claro ejemplo de ello lo fue el enorme contraste entre el "Menuetto", en modo mayor, y su acompañante "Trío" en modo menor, comenzando con un pasaje "forte" con las cuatro cuerdas en un unísono de impresionante fuerza. El "Andante cantabile" nos transportó al mundo lírico: la ópera, género favorito de Mozart, siempre...

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