Perfil del político charlatán

ANA LYDIA VEGA

ESCRITORA

Me apoyo en la indispensable cita inspiradora. Es más, me apoyo en dos. Decía Parménides, el filósofo griego, que la política es el arte de engañar a los hombres. Menos diplomático, el escritor irlandés George Bernard Shaw ni siquiera le concedió estatura artística a la política. Sencillamente, la tildó de "paraíso de los charlatanes".

Un charlatán, ya se sabe, es alguien que no para de chacharear. Pero también es un farsante que engatusa con su labia. En honor a los ilustres pensadores citados, convendría identificar algunas de esas artimañas con las que nuestra voraz fauna política se dedica a comernos, entre otras cosas, el cerebro.

Empecemos por el "body language". La sonrisa plástica a prueba de celulares es un elemento clave de todo candidato triunfador. Hay que arresmillarse a labio rajado, exhibiendo unos dientes despercudidos con cintas blanqueadoras y enderezados a fuerza de ganchos. El repertorio de gestos seductores no excluye el contacto físico: apretones y besuqueos para las mujeres, choques de puños y burrunazos de espalda para los hombres, cuchicuchis y topitopis para los bebés llorones...

Encaramado en la tarima, bajo los efectos de la ovación tributada a su egregia persona, el galán echa un vistazo rapiñoso a la concurrencia. De pronto, apunta como una pistola el índice hacia alguno de los militantes presentes. La idea, supongo, es que el señalado se sienta distinguido por el prócer que lo premia con su mirada. Lo malo es que no hay exclusividad. El dedo inquieto no cesa de disparar homenajes indiscriminados a diestra y siniestra.

Después de la inevitable invocación en boca del pastor o el cura reclutados, el candidato abre por fin su insigne pico. El discurso, leído en teleprompter, abunda en frases huecas surgidas de la imaginación atrofiada (y sobrepagada) de publicistas y directores de campaña: proyecto de futuro, equipo del cambio, diálogo de altura, el pueblo manda, Puerto Rico primero y tantas otras sandeces recalentadas.

Con lujo de decibeles y fondo musical pregrabado, se machacan hasta la ronquera "jingles" y eslogans. Las avanzadas, esas gangas de achichincles con gorras y camisetas color partido, dirigen el recital de letanías que oculta la flagrante ausencia de propuestas. ¡Cuatro años más!, gritan los fans del continuismo oficialista. ¡P'a fuera es que van!, responde el...

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