Periplo a lo desconocido

Perú

Deseaba vivir en un mundo donde los valores humanos fuesen el eje de la vida, sin esperar que sucediese un milagro. Quería actuar, trabajar con mis propias manos, poner un granito de arena en algún lugar recóndito y necesitado del mundo. Me dieron la oportunidad, y hoy me enfrento a la paradoja de vivir en un siglo 21 dicotómico, donde para algunos el transcurrir del tiempo parece asomarse sólo para envejecer a su gente.

Hace veintiún meses decidí cambiarlo todo para lanzarme a la aventura de dedicar dos años de mi vida al servicio voluntario con la organización Cuerpos de Paz. No tenía la más mínima idea de a cuál parte del mundo me enviarían a dar servicio por los siguientes dos años y tres meses. Tampoco me imaginaba las experiencias que me esperaban.

Muchos pensaron que era una locura, pero a mí sólo me bastó la bendición de mis padres y la firmeza de creer que si cada ser humano se apartara de su egoísmo y de sus ataduras internas y optara por ayudar a otros, lograríamos un efecto en cadena y, como consecuencia, viviríamos en un mundo sin tantas injusticias sociales.

Actualmente soy voluntaria para salud comunitaria en Yanama, una comunidad en extrema pobreza en la Cordillera Blanca de los Andes, en Perú; donde los ingresos familiares mayormente provienen de la agricultura; el dialecto oficial es el quechua. La comunidad se encuentra a cinco horas de la ciudad más cercana y tiene una población aproximada de 6,979 habitantes esparcidos en trece caseríos, cada uno de los cuales se encuentra aproximadamente a cinco horas, caminando desde el Distrito de Yanama.

Las casas están construidas en adobe de barro, y muchas aún no cuentan con sistema de desagüe, letrina o agua potable. A la hora de cocinar, muchas familias usan el "tullpas", tres piedras colocadas en el suelo con leña y una olla encima, para sancochar el alimento favorito, la papa andina.

Darse una ducha caliente es un lujo inexistente, ya sea porque no hay duchas o porque son escasas. Además, el agua proviene de los nevados, y podrías morir en el intento. Es por eso que se sobrevive hirviendo el agua y con baños de cubo. Tampoco hay neveras ni lavadoras; hay que invertir todo un día en el proceso de remojar y lavar todo a mano con una escobilla. Por otro lado, si tienes el privilegio de contar con una licuadora, pero se te malogra, debes agarrar el batán (dos piedras) para terminar de preparar los alimentos. Y durante las noches estrelladas es casi imposible sentir la...

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