38 perros rescatados esperan por adopción

Por Osman Pérez Méndez

osman.perez@gfrmedia.com

"Esta perrita la dejaron abandonada en un agrocentro en Dorado. Llegamos allí porque íbamos a buscar una perra con puppies que, gracias a Dios, ya fueron dados todos (madre y cachorros) en adopción. Estando allí la encontramos en una jaula de pollos", cuenta Esther, mientras la juguetona Hope se para en sus patas traseras y recuesta su cabeza en el pecho de su salvadora.

"Estaba moribunda, se le veían las costillas. La cogimos, la llevamos al veterinario, y estaba tan mal que hubo que hacerle una transfusión de sangre", continúa Esther. "Ese mismo día, el veterinario me la devolvió, porque no le daba chance de sobrevivir".

El especialista no contaba con el poder sanador de la pasión y cariño que le pone Esther a cada animal que rescata.

"La cuidé, le di mucho amor y sobrevivió. Cuando la llevé otra vez al veterinario me preguntó, '¿y qué perrita es esta?' Yo lo miré sonriendo y le dije: '¿Pero no se acuerda? ¡Esa es Hope!' El veterinario no podía creerlo".

Y no es para menos. Al ver a Hope, una mezcla de boxer de alrededor de un año, transformada en una saludable, juguetona y robusta perra, nadie pensaría que estuvo al borde de la muerte.

Junto a ella conviven unos 45 perros y una decena de gatos en la casa de Esther, que se ha convertido en un santuario.

Pero esta rescatista ve cada día más complicada su labor salvadora, no solo por la escasez de recursos, sino porque el banco amenaza con quitarle su casa.

Esther también es una sobreviviente de un carjacking. El 20 de noviembre de 2003, mientras repartía periódicos temprano en la mañana para luego ir a la universidad a continuar sus estudios de técnica veterinaria, un carro se le atravesó mientras subía a su vehículo. Un hombre armado se bajó y en el momento en que Esther daba reversa para intentar escapar, le disparó. La bala le entró por la boca y terminó alojada en su columna.

"Veo el fogonazo y ahí mismo me quedo paralizada, me quedó recostada a la estiba de periódico. El disparo me dio en la boca, me llevó los dientes. La bala, una nueve milímetros de plomo revestida de cobre, terminó alojada en la cervical...

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