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La perseverancia resultó en un título mundial

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Vincent

Tras noquear a Claudio Marrero por el título interino peso pluma de la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) en la noche del viernes, Jesús Manuel Rojas Díaz se arrodilló frente a una de las esquinas blancas del ‘ring’ y comenzó a llorar a lágrima viva.

Antes de que su padre muriera, Jesús le prometió que se coronaría campeón mundial. Tras cumplirle la promesa en la pelea estelar del cartel en el MGM Grand de Las Vegas, Nevada, la emoción lo abrumó.

“Mi papá falleció el 28 de octubre de 2012. Hoy le cumplimos la promesa”, le dijo Rojas a El Nuevo Día en entrevista telefónica tras su victoria. “Me siento bien contento porque no fue una promesa en vano”.

“Antes de venir para acá para la arena, mi nena del medio me dijo: ‘Papi, tráeme ese trofeo grande de regalo’. Le dije que se lo iba a llevar. Y ahí lo tenemos”, relató Rojas (26-1-2, 16 nocauts). La voz se le quebrantó al mencionar la petición de su niña.

El camino de Rojas como boxeador profesional no ha sido fácil. Pero el fornido fajador del barrio Cañaboncito de Caguas nunca se ha dado por vencido y siempre ha luchado por lograr su sueño. Ese mismo tesón fue el que puso en vitrina anteanoche contra Marrero (22-2, 16 nocauts), un dominicano de fino boxeo técnico, buen desplazamiento y superior velocidad de manos.

Desde el primer campanazo, Rojas dejó claras sus intenciones. Caminó hacia su rival y buscó el intercambio cuerpo a cuerpo, pero a menudo moviendo la cabeza y con su alta defensa pasiva.

En el minuto de descanso antes del cuarto asalto, la esquina de Marrero le pidió que dejara el fanfarroneo, que no se quedara peleando contra las cuerdas y que atacara el cuerpo de Rojas.

El cagüeño de 30 años de edad le hizo de esa una misión imposible. Caminando siempre hacia adelante, Rojas obligaba su estilo de pelea.

En el séptimo y último asalto, Rojas lo pilló en una esquina neutral. Marrero intercambió mientras giraba para salir de la encerrona. Justo cuando...

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